domingo, 6 de diciembre de 2015

En honor de mi deuda con Jesús Gardea


Asumir que no hay nada más allá de la materia es propalar nuestro vacío, un vacío que nosotros mismos hemos creado y tiene apellidos: el vacío ideológico, el vacío del consumismo, el vacío al que nos empuja la burocratización de la experiencia. Con lo relativos que ya sabemos que somos, con la sutileza de los caminos de la energía en las espesuras cuánticas e interestelares, ¿de verdad es impensable la existencia de formas de la causalidad cuyo mecanismo interno rebase nuestro entendimiento? ¿De seres que rocen tangencialmente el espacio en que nos vemos confinados?
Es necesario que la humanidad recupere una visión espiritual de la existencia sin caer en la propaganda ni en la doctrina, una suerte de espiritualidad laica, por decirlo así. Entreveo lo que eso puede ser: la reflexión sobre el misterio, la absorción de lo exterior por lo interior. Y el reencuentro del ser escindido con el todo que a través de él fluye incesante.