lunes, 8 de noviembre de 2010

La ciudad para dos


Y bueno, el gato escapó de la bolsa desde hace tiempo, pero algo así como un libro merece siquiera una mención en este blog. El colofón dice que salió de imprenta en junio, así que quiero creer que es géminis, no puede ser de otro signo. Un poco más de información, aquí.

viernes, 23 de julio de 2010

Tierra Adentro 164


Mi ensayo "La divinidad múltiple" vio por fin la luz en el nuevo número de Tierra Adentro, con el que la revista celebra dos décadas de circulación. Escribí el texto hace un par de años; se suponía que en un principio iba a reseñar el libro Teofanía, del alemán Walter F. Otto, pero acabé extendiéndome. Lo de siempre, hagan paro, porque me mandan sólo dos ejemplares. Corto y pego algunos fragmentos:

"Lo que hoy llamamos dioses bien pudo surgir de una experiencia singular, ajena al intelecto. El lector quizá recuerde las siete cabezas que acosaron a Juan en Patmos, o el querubín de cuatro rostros que vio Ezequiel; no es descabellado suponer que imágenes similares se interpretaron o tergiversaron a posteriori.
(...)
Pero lo más difícil para un lector no necesariamente incrédulo, para alguien que intenta escuchar, todavía de pie en el teatro, aceptando incluso la existencia de Zeus, Atenea y el resto de la pléyade, y teniendo una inmensa fe en la verdad religiosa de las metáforas alemanas y helénicas –y haciendo como que desconoce esa lectura de La Divina Comedia, según la cual Dante intentó simbolizar la vida terrena, y no plasmar su visión de lo que nos espera tras la muerte, algo que bien pudieron hacer los trágicos de la Hélade–; lo más difícil es, digámoslo así, obviar que los antiguos griegos eran los antiguos griegos, y nosotros, nosotros, la humanidad moderna y desengañada, poseedora y poseída por una ciencia que habría enloquecido a Píndaro y a Aristóteles. Bien puede ser que en las grandes obras helénicas quede todavía el eco de la voz que las inspiró, pero, en todo caso, no nos fue revelada a los demás pueblos. Y cómo intentar escucharla si ni lo más importante, el culto, ha sobrevivido. Los templos están vacíos y se deterioran. Los instrumentos se han extraviado. El coro calla. El obstinado misterio repite su silencio inagotable.
(...)
Entonces, aquí, en este sitio, vale la pena recordar: también nosotros tenemos poetas. También nosotros hemos sentido la vibración de la música de las esferas."

domingo, 18 de abril de 2010

Oración del trigo

Sembrador: ha sobrado la lluvia.
Ya mi pena ha rendido su espiga.
Dame el fuego que anima a la zarza,
retribúyeme el ciento, o siégame.

martes, 16 de febrero de 2010

Piedra de sacrificios

Subí al templo mayor vestido como un gran tecuhtli. Vi al pueblo congregado, los teocalli, las chinampas y las calzadas; contemplé las nubes juntándose alrededor de los volcanes como las garzas sobre Tizatlán. Me despojaron del atuendo y me dieron un macuáhuitl sin obsidianas.
Se disputaron el derecho de pelear conmigo. Herí o maté a los más audaces; uno por uno caían sobre la piedra con los ojos desencajados y los cráneos rotos, sin importar cuán noble era su vestimenta. Cayeron tantos que tuvieron que venir en grupos de cuatro, pero su derrota no bastaba a Camaxtli. Me han dado un momento de respiro; deliberan.
Deben ser los dioses quienes me otorgan esta claridad. Muy pocas veces me detuve a pensar en los motivos y las consecuencias de mis actos; una vez,antes de entrar en batalla contra los huejotzincas, más recientemente, tras el saqueo a las ciudades tarascas. Pero nunca como hoy, atado a un poste bajo el sol ávido. Aun así, no me arrepiento de nada. He vivido como un guerrero desde mi primera noche en el Telpuchcalli, velando el fuego de los dioses, hasta hoy, mi postrer día aquí en Tenochtitlan. Mi linaje se conservará no sólo entre mis bravos otomíes y los arrojados tlaxcaltecas, sino también entre los mexicas. Sólo me resta cargar con estos huesos hasta el reino de Mictlantecuhtli.
Susurran y me observan. He rehúsado su clemencia. La quieta servidumbre sería deshonrosa, la activa marcha al frente de su ejército constituiría una traición a los señoríos irreductibles. Vienen pues, se acercan, ocho últimos combatientes. Bailo con ellos, mis hermanos enemigos, brincamos como las chispas en medio de los ocotes, jugamos como lo hacíamos Axayacatzin y yo en la arena de Tepectípac. Es poca la sangre que he ofrendado, pero mis ojos se llenan de sudor y el cansancio está cebándose en mi cuerpo.
He resistido firme hasta comprender el designio que se me brinda. Soy el jaguar, soy la serpiente, soy el águila. Me ocultaré entre las hojas del maguey y las espinas del nopal. Y cuando el cielo se desgrane en pálidas turquesas, regresaré con el viento del oeste.